Sobre alcanzar la cumbre y el trabajo en equipo
- Julian Castiblanco
- Mar 25
- 3 min read

A inicios de este mes, tuve la oportunidad de conocer el nevado de Santa Isabel, que se encuentra a 4,950 metros sobre el nivel del mar. Mi esposa me regaló este viaje; ella había llegado a la cumbre en 2021 y fue una experiencia inolvidable para ella.
Cabe aclarar que, desde que nació mi hija hace siete meses, no había vuelto a hacer nada de ejercicio, y el trabajo desde casa incrementa el sedentarismo. Iba a subir con el equipo con el que entrenaba triatlón mi esposa cuando vivíamos en Bogotá. Varios excelentes atletas que se prepararon durante dos meses para esta experiencia, subiendo a páramos cercanos a la capital.
Hicimos una caminata el día anterior y, realmente, me costó. Sentía que se me estallaba la cabeza y solo caminar un poco disparaba mi ritmo cardíaco. Al día siguiente, saldríamos a la 1:30 a.m. para empezar el ascenso a la cumbre. Pasé una muy mala noche, y lo primero que pensé cuando iniciamos el ascenso fue: “no estoy preparado para esto”.
Avanzamos poco a poco y empecé a notar que no era el que quedaba en último lugar. Esto me hizo reflexionar si realmente cada uno de esos atletas, en su interior, también estaría pensando lo mismo; a pesar de que yo los veía tan “fuertes”, cada uno en su interior manejaba las mismas o peores inseguridades.
Cada 400 metros, más o menos, debíamos parar para reagruparnos. Después de la tercera parada, el tiempo entre paradas aumentaba; dos compañeras se vieron muy afectadas por el mal de altura y cada vez se distanciaban más del grupo.
Aquí recordé las palabras de los guías la noche anterior, cuando nos enseñaron a ponernos los grampones y el arnés: “lo más importante es el equipo”. Faltando 1.5 kilómetros para llegar al punto de hielo, esperamos casi 15 minutos. El frío me hizo tomar la decisión de dejar de ir adelante y unirme a los coleros; así no tendría que esperar.
Cuando arrancaron nuevamente, esperé un rato más hasta que llegaran los últimos con el guía de la cola. Mi sorpresa fue enorme al ver que estaban a punto de claudicar. Al verme, se sintieron un poco comprometidas a seguir un poco más, y vino la segunda gran reflexión: ¿cuál es mi meta, ser yo el que llegue a la cumbre, o pensar en el equipo y ayudar en lo que pueda para que juntos lleguemos lo más lejos posible? Luego de otros metros de observación, entendí que mi compañera estaba totalmente fatigada porque llevaba una maleta muy pesada. Cambiamos de maleta y pudo avanzar un poco más, pero ya estaba muy cansada después de cargar tres horas con ese peso. La montaña da para reflexionar mucho; recordé las palabras de Jesús en las que mencionó que, si alguien te pide llevar su carga una milla, ve con él dos millas. Ella no me lo dijo con palabras, pero su cuerpo lo pedía a gritos. Decidí cargar ambas maletas y, aunque fue el kilómetro más largo de mi vida, pudimos contemplar juntos la magnitud y la belleza de un amanecer en la cima de la montaña.
En las horas de bajada, a la luz del día, el camino que al principio era tortuoso e interminable ahora era hermoso y hasta fácil de caminar. Esto solo me hizo pensar que la vida profesional no dista mucho de esta experiencia. Como ingenieros de datos, siempre pensaremos que no estamos listos para un reto; sentimos que tal vez otros ingenieros están mejor preparados que nosotros mismos, sin imaginar que ellos también tienen inseguridades.
Siempre se habla de disfrutar el proceso y no la meta, pero en nuestra carrera profesional, muchas veces nos enfocamos tanto en el crecimiento (la maestría, la certificación, ser gerente) que no disfrutamos el proceso. No importa si llegamos a ser vicepresidentes de tecnología en una multinacional o si somos consultores de BI con 20 años de experiencia; démonos la oportunidad de disfrutar cada proyecto, de conocer a las personas con las que trabajamos, de apreciar cómo nuestra intervención mejora las condiciones de vida de otros.
Y mi última reflexión de este viaje siempre será que es posible llegar a la meta, pero será más tortuoso si no estás preparado para ello. En nuestra vida profesional, cada proyecto será más llevadero si estudiamos a fondo cómo funcionan las tecnologías, si estamos a la vanguardia de las nuevas características de los productos, y si seguimos certificándonos en los productos del mercado.
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